El gato duerme plácido
junto a la estufa recién encendida. Su respiración rodea la estancia como un
muelle en semicírculo que irradiara oleadas de serenidad a cada uno de los muebles que adornan el
aposento.
El sofá donde reposa el
gato está tapizado en tonos pastel. Ni gris, ni verde, ni rosa, ni violeta...
solo en tonos pastel, que rodean la estancia como un muelle, en semicírculo.
Las paredes de la
habitación donde reposa el gato, junto a la estufa recién encendida, aparecen
cubiertas de cuadros al óleo vacíos de contenido. Ni grises, ni verdes, ni
rosas, ni violetas... solo la tela transparente.
El gato bosteza,
mientras arquea sus bigotes hasta rozarlos con el borde de la estufa recién
encendida. El sofá se despereza de la presencia del gato. Los muebles guardan
un respetuoso silencio para no molestar a los óleos vacíos de contenido que
adornan las paredes.
Ni grises, ni verdes,
ni rosas, ni violetas. Solo la tela transparente. Y el gato. El gato que vuelve
a quedarse dormido junto a la estufa recién encendida.