ojos


miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL PESEBRE

Cuando era pequeña la ilusión más grande de mis navidades era colocar el pesebre, con su niño Jesús desnudito y sonriente, en el lugar más importante del nacimiento. María y José, el barbudo Herodes, los pastores, los peces del río, las ovejas pastando, las lavanderas arrodilladas, el ángel anunciador...todos los componentes del belén ocupaban su sitio, sí, pero el más destacado, el trono de aquel pueblecito situado siempre en el centro de una estantería del comedor era el destinado al niño Jesús y su sonrisa fascinante. La tradición así lo demandaba. Cierto año, ocurrió que la diminuta figura del recién nacido desapareció de su cuna sin una explicación lógica. Ante mi llanto y desesperación, mi padre comentó que se lo habría comido el buey sin darse cuenta “tan chiquitín, ha debido de confundirlo con la paja…” Los años siguientes, me negué a poner el belén si no aparecía la figurita del niño. Ha transcurrido más de medio siglo y en mi casa ya la hemos dado por perdida.

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