ojos


sábado, 27 de junio de 2015

SINÓNIMOS



El niño debe dedicarse a la música. Es una recomendación. El virtuosismo lo lleva escrito en sus manos. No lo malogren. Su forma de caminar, de moverse por los pasillos del colegio, no deja lugar a dudas: es un artista en ciernes. Cada vez que habla, sus frases son cadenciosas, rítmicas. Mira y sus ojos desprenden vibraciones entremezcladas con acordes desbordantes de sensibilidad. Háganme caso, potencien estas habilidades. Nunca he visto un caso tan claro de futuro encaminado hacia las nobles artes que ensalzan la eufonía, el compás, la asociación de sonidos armónicos. Sus ideas son puro equilibrio, simetría, proporcionalidad...
Disculpen, no recuerdo los datos de su hijo. ¿Su apellido es...?

            - Einstein. Albert Einstein.

lunes, 8 de junio de 2015

Versos junto al estanque

Cita anual la del Parque del Retiro madrileño con Editores, Libreros y Escritores. “Algún día la disfrutaré en primera persona”, me dije en uno de esos sueños refractarios en los que no sabes si lo que vives es reflejo de tu deseo o antítesis de tus ensoñaciones. Y así ha sido. Sobresalto a sobresalto, el pasado día 3 me vi situada, cargada de versos y emociones, del otro lado del escaparate. Jornada festiva y cargada de intensas vivencias. Literarias y personales.



No faltó nadie alrededor mío. Transitando de un lado para otro, alborozada por los resultados obtenidos, Lidia López Miguel (Ed. Lastura), como artífice del evento junto a Huerga&Fierro Editores; mis amigos poeKas y coprotagonistas de la grata experiencia, Beatriz Jiménez y Alberto Yago; mi familia (abanderada por el inductor de mis aventuras poétiKas a gran escala, mi hermano Luis Miguel), mis amigos más cercanos, las ardillas, las acacias, los patos del estanque, los madroños, los pavos reales, con su canto tan espectacular como escandaloso… y, por supuesto, Kafeto, mi gato filósofo y sabio.



El día fue transcurriendo entre dedicatorias, entrevistas de colegiales que pretendían saber nuestros secretos confesables, apretones de manos, besos a distancia y en la cercanía, degustación de viandas para reponer fuerzas y, como guinda final, un maratón de Versos a la Luz de la Luna que completó una de las estrofas más enriquecedoras que, hasta hoy, ha saltado de mi imaginación a la escena cotidiana.