GAT@S

Kafeto anda enfurruñado conmigo. Dice que le tengo abandonado, que no le hago ni caso, que no le presto atención. Me reprende porque durante las últimas semanas él solito se ha preparado la comida, él solito se ha limpiado su cajón, él solito se ha aseado el transportín de paseo. Muy ofendido, demasiado dolido para lo independientes que son los gatos, sigue y sigue y sigue con una retahíla de reproches que me dejan un poco desconcertada, la verdad. Según él,  desde que reabrí este blog, poquito antes de las últimas navidades, me tiro las horas muertas navegando de un lado para otro como una posesa. Leo lo imprescindible, escribo casi por obligación, la tele parece ser que, por mi culpa, ha entrado en un estado de depresión del que le va a ser muy difícil recuperarse... Opina que mi única obsesión es brincar de blog en blog, recorrer los cuatro puntos cardinales del universo bloguero; ahora leo una reseña sobre cierto escritor o escritora noveles; dentro de un rato estaré empapándome de las últimas novedades que ha lanzado la editorial X o la editorial Z; a continuación, dejaré comentarios y comentarios por cada uno de los variados rincones que me he encontrado a lo largo de este recorrido virtual. Y el pobre Kafeto, mientras tanto, a punto de hacer la maleta y marcharse en busca de otra compañía en la que encontrar las atenciones y los cariños que, desde que llegó a esta casa, le he dedicado casi con exclusividad. ¿Estará en lo cierto mi gato? ¿Me habré dejado abducir por  los encantamientos de este mundillo hasta el punto de olvidarme del resto de mis amores? Medito seriamente sobre el particular, con los codos sobre la mesa y mis dedos  a punto de desplomarse sobre el teclado del ordenador. Kafeto, muy digno, da vueltas y vueltas a mi alrededor sin dejar de mirarme muy fijamente. Son las cuatro de la madrugada... y hace más de cinco horas que debería haberle preparado la cena.