Enedina y Jacobo se conocían desde que eran pequeños. Fueron a la clase de parvulitos del mismo colegio, hicieron juntos el Bachiller y, años más tarde, también acudieron de la mano al mismo juzgado, a la misma hora y delante del mismo juez. Llegado el momento de buscar destino para el viaje de novios, Jacobo propuso el Norte: era un gran aficionado a saltar las olas en las playas del Cantábrico. Enedina, no. Ella prefería aguas más pacíficas, menos movidas. Al cabo de varias discusiones, la muchacha convenció a su marido para pasar las primeras vacaciones con Libro de Familia en una preciosa villa de San Pedro del Pinatar. Aguas tranquilas, cielo tranquilo, arena suave y acogedora. Él accedió gustoso… les quedaba toda una vida por delante.
El primer aguijonazo lo sintió Jacobo en la boca del estómago… ¡Medusas! gritó Enedina entre saltito y saltito a diez centímetros de la orilla. Demasiado tarde. La zona abdominal de Jacobo se tiñó en pocos segundos de un rojo intenso, pimentonero. Asustado y desesperado, se lanzó en plancha sobre la arena, frotándose con fuerza la zona picada. Otra vez, demasiado tarde, Enedina le chilló asustada… ¡Con la tierra no! ¡Con la tierra no! La semana siguiente transcurrió aburridamente tranquila. La joven acudió con puntualidad a sus saltitos y baños matutinos, mientras el marido la contemplaba, hastiado y molesto, bajo una sombrilla. Al cabo de varios días y viéndole muy restablecido de las picaduras, Enedina propuso alquilar una lanchita y adentrarse en el tranquilo mar a disfrutar de las maravillosas brisas mediterráneas. Las aguas volvían a su cauce y la pareja pareció retomar sensaciones idílicas. Ambos, llevados por el balanceo y acariciados ligeramente por gotitas de agua que salpicaban con suavidad sobre la lancha, se tumbaron boca arriba para disfrutar con más comodidad de aquel momento, que suponían sería inolvidable.
La noticia saltó a la primera página de todos los periódicos: “Pareja de recién casados sufre gravísimas quemaduras solares al quedarse dormida a bordo de una lancha en la costa murciana”.
Dos años más tarde, Jacobo iniciaba los trámites de divorcio.
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