ojos


viernes, 3 de febrero de 2012

SABAÑONES


Día helador en la ciudad. La aventura del trabajador se pone en marcha a las siete en punto de la mañana. Algunos, menos privilegiados, llevan ya tres horas canturreando bajo pesados sacos repletos de alimentos o empujando metálicas carretillas, esas que aún no se han enterado de que la era de la tecnología ya transcurre entre nosotros desde años atrás. Los niños van al colegio. Los papás, a la compra, en busca de un salario o a la cola del paro.

En una céntrica plaza, por donde habitualmente pasean sus  cámaras fotográficas o de vídeo los turistas y los visitantes anónimos, yace sentada en la acera y retorcida sobre sí misma la mendiga que debiera despertar las conciencias. Pero hace demasiado frío como para reparar en tan insignificante personaje. Un pequeño bulto arrebujado en la esquina de la monumental acera podría resultar parte del mobiliario urbano, un bolardo separado del resto, una papelera desprendida de la farola por culpa del viento, una bolsa con hojas secas que los jardineros municipales han abandonado mientras se calientan las manos y el estómago con un vaso de café calentito…

El día a día en una metrópolis como la que me ha tocado nacer y vivir está repleto de contrastes, de historias con sonrisas o con llantos, de vivencias escritas a golpes de sobresaltos a cuyos protagonistas les gustaría tachar del cuaderno de la vida con una humilde goma de borrar, como las que guardábamos en el viejo plumier de nuestra primera infancia.

Kafeto me pregunta si a los mendigos les salen sabañones. Yo me quedo perpleja porque él nunca ha pasado frío y no ha experimentado la irritante y molesta picazón que esas diminutas y rubicundas protuberancias proporcionan a quien las sufre en sus orejas, manos o pies. Kafeto insiste. Yo me quedo muda. Reflexiono. Y, al cabo de un rato, cuando voy a darle una respuesta que creo convincente, me doy cuenta de que Kafeto no está. Me asomo a la ventana y lo veo, calle arriba, con un termo de café calentito camino de la parada del autobús…

5 comentarios:

LQVL dijo...

Bella reflexión. Nosotros también vivimos en una ciudad llena de contrastes, donde cada persona tiene su historia y donde nos haría bien escucharlas.

Me gusta el último párrafo donde Kafeto toma la iniciativa y se lanza con el termo de café a la calle.

Precioso gato que tienes, bonito blog el tuyo. Te seguimos, y te invitamos a visitar nuestro blog literario

un beso
Lourdes

KONCHA MORALES dijo...

Gracias Lourdes por tu amable comentario. Sobre todo, me alegra que Kafeto sea tan bien recibido en estos hogares virtuales. Es una maravilla de gato y solidario como el primero. Ya os sigo desde hace tiempo porque recomendáis lecturas muy interesantes. La pena es que me falta tiempo, de momento, para participar en las lecturas conjuntas. Me alegra que estéis por aquí. Bsazo!

Anónimo dijo...

¡Por Fín! Concha. Tuve que llamar a los de Internet para a ver que pasaba con estos problemas de coberturas.
Aquí hay un méndigo que es una joya de persona. Tiene una perra mastín-mestiza y uno más pequeño.
La perra parece una personita más vigilando cada paso de su dueño y durmiendo con él. El pequeño es la sombra de los dos. Aquí, en el Pueblo le damos comida a los tres y algunas mantas y ropa.
Él prefiere vivir y dormir fuera y sentirse libre con sus perros.
Si él puede vivir un poco mejor a su manera, nosotros tenenos que hacer un pequeño esfuerzo para que sus deseos no sean del todo un poco inhumanos.
Un abrazo y una caricia.
Así me gusta Kafeto...Un gatín muy cariñoso, igual que tu dueña y amiga, Concha.

Margari dijo...

El problema está en lo que señalas, en que nos acostumbramos a la presencia de los mendigos y ya no los vemos. Forman parte del paisaje... Sólo nos acordamos cuando estos días salen en las noticias porque son las principales víctimas del frío.
¡Grande Kafeto! Pero es que en tu compañía sólo ha podido aprender cosas buenas.
Besotes!!!

KONCHA MORALES dijo...

En Madrid, por desgracia, existen mafias organizadas que distribuyen a personas para mendigar por los lugares más turísticos. Lo puedo ver todos los días porque trabajo enfrente del Museo del Prado y al lado del Tyssen, junto a Cibeles. Sin embargo, hay dos mendigos por la zona (una señora y un hombre joven con dos perrillos, como el que cita Pedro)que realmente necesitan ayuda. ¡Vosotros sí que sois buena gente. Ya veréis, ya, cuando coja confianza y empiece a mostraros mi lado bordeeeee...!