En
la escuela, sólo albergaba un deseo: quedarme a vigilar cuando el maestro se
ausentara de la clase. Echaba a volar mi imaginación y me veía amo y señor del encerado. En él anotaba con
letras mayúsculas el nombre de aquel que no obedeciera mis órdenes; sobre todos
ellos, mi obsesión se volcaba en Paquito. Mi gran enemigo. Mi rival. Mi
contrincante. Él era el niño que me había robado el amor de Carmiña, la niña
más bonita del colegio: sus trenzas, negras y brillantes como el azabache, me
traían por la calle de la amargura. Amor puro y casto de críos de 8 años. Los tres llegamos juntos a la escuela, por la que ya
correteaba desde el curso anterior mi hermana Elenita. La tarjeta de
presentación de Paquito fue una rotunda y sonora bofetada que aterrizó sobre mi
sonrosado moflete. Yo, con inocente resentimiento, atisbé que mi nuevo amigo
quería dejar bien claro desde el principio quién iba a ser el gallito del parvulario.
El primer día
que alcancé el grado honorífico de cuidador vino de la mano de mi décimo
cumpleaños. Don Alonso tuvo que salir para atender una llamada telefónica.
¡Josito, a cuidar la clase, y no quiero oír el zumbido de un mosquito cuando
vuelva! ¡Te hago responsable de cualquier desmán! El corazón me dio un vuelco…
mi gran oportunidad, por fin, se presentaba. Me aupé, ufano, sobre la tarima, a
la altura del encerado. Desde allí se controlaban perfectamente todos los
pupitres. Cogí una tiza y, con gesto hosco y cejijunto, me volví para vigilar a
mis “subordinados” temporales. Carmiña, la niña más preciosa del colegio, la de
las trenzas color azabache, no me prestaba la menor atención. Sólo tenía ojos
para Paquito. Éste se pavoneaba delante de ella y trataba de dibujar con tinta
china mi caricatura. Me ofusqué y empecé a resoplar mientras notaba cómo las
orejas me ardían y los mofletes se me hinchaban como dos globos rojos y corajudos.
Con trazo fuerte, escribí: P A Q U I T O. “¡Acusica!” Escuché bramar al señalado. No
puedo explicar cómo, el tintero voló por los aires y fue a estrellarse contra
don Alonso que, justo en ese instante, regresaba a la clase. Carmiña permanecía
callada, pero me miraba con enojo mal disimulado. Contrariado, sofocado y
avergonzado por lo sucedido, eché a correr hacia la puerta como alma que lleva
el diablo. Mi furia se desbocó. A toda velocidad, salí a la calle. Vi el
semáforo en rojo, pero lo único que deseaba era que el azar me jugara una mala
pasada. Así, Carmiña y Paquito llevarían mi desaparición siempre en sus
conciencias.
Nos hicimos
adultos mientras guardábamos el rencor en la mesilla de noche. Paco, en su despedida de soltero, me hizo
prometer que nuestra amistad no volvería a verse amenazada nunca. Mi mano tendida y
un abrazo entrañable provocaron la mayor ovación de la noche. Elena y él acaban
de celebrar su vigésimo aniversario de boda. Yo, mi tercer divorcio. Carmiña se
ha convertido en una gran estrella de las revistas del corazón.
9 comentarios:
¡Si es que no se puede andar pensando en una Carmiña toda la vida! De todas las maneras que no se preocupe tu "prota", seguro que no se llevan tan bien su amigo Paco y Elena. Creo que es pura fachada...
¡Muases matutinos!
Los primeros amores del cole son los que más nos han marcado. ¡Que recuerdos lo de salir a escribir al encerado! Era para todos un honor el que nos eligiesen a dedo para sustituir al profe durante su ausencia. Lo malo era después, cuando tras su llegada los compañeros te miraban con malas caras por acusica. ¿Qué era mejor? ¿Hacer caso a la profe o serles fiel a nuestros compis y no chivarnos de nadie? ¡Qué gran dilema!
Besos
En nuestra clase siempre apuntaba la delegada de clase, que era además la más carismática, además de lista. ¡Que gran honor! Tú ves..., mi colegio infantil era solo de niñas y esos romances infantiles los he echado yo de menos alguna vez :)
Bonitos recuerdos.
Un beso.
Hermano, sé de buena tinta que Julio... huyyyyyy, digo, Paco y Elena son una pareja modelo. En cuanto a Jose, también me han contado que nunca falta en su revistero el nº semanal de 10 MINUTOS. Muás.
Pilar y Marta yo fui durante varios años a un colegio-academia mixto. Don José, el maestro, dejaba "chivatos" al cuidado de la clase, y las relaciones entre los alumnos os puedo asegurar que eran bastante poco románticas ¡qué antipáticos éramos todos contra todos! Besos.
También estuve sólo en un colegio de niñas así que estos amoríos no los conocí. Pero sí que éramos muy acusicas... Pobre de la que hablara... Y pobrecito de José, que no consiguió superar ese primer amor. Me ha dado penita.
Besotes!!!
Historias del colegio tan entrañables y, en ocasiones, punzantes y desagradables, que después de mucho tiempo las ve uno como verdaderas "Chiquilladas", pero, en ese momento, son una auténtica obsesión.
Un abrazo y un ronronguau
¡Ahhh! lo que duele ese primer amor no correspondido. Pero despues de pasados los años, ya no son las cosas lo mismo, ahora se ha vuelto la tortilla, no se si me entiendes, besitos
Nostalgias escolares las que me has traído
Besos
¡Ay... que se me acumulan las respuestas! A ver, por orden:
Margari, qué sosotes debían de ser los coles "solo para" ¿verdad? Sí, a mí también me ha dado pena de Jose, se quedó enganchadito de Carmiña y ahí sigue. Un besazo.
Pedro, desde luego para mi prota lo sigue siendo. Otro besazo y un ronroneo (es que Asterix está de finde en la playa).
Silvia, por suerte a todo el mundo no le pasa lo mismo que a Jose. Transcurrido el tiempo, es verdad, cambia un poco el color de las fotografías... Más besos.
Mientrasleo, ojalá que la nostalgia sea muy agradable. Un beso.
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