Don Carnal salió a dar un paseo por las calles de Madrid en la noche del sábado. A pesar de los malos presagios, o quizás por ellos, las gentes arden en deseos de divertirse, de gritar a los cuatro vientos sus pesares y desalientos, de apoderarse de todos los espacios vitales que encuentren y transformarlos por unas horas en legítima recompensa al mal humor y al cotidiano sinsabor que se nos ha instalado en nuestras vidas, como una pesadumbre errante, durante los últimos meses. Don Carnal salió a la calle y yo me fui en su busca.
La noche bullía entre chirigotas deslenguadas, piratas sin patas de palo, principitos sin sombrero donde esconder su serpiente boa y mariantonietas con la cabeza a punto de rodar. De pronto, me di cuenta de que no iba vestida adecuadamente. Todo el mundo se adornaba con disfraces; las caretas invadían aceras, pasos de cebra, calzadas despejadas de vehículos rodantes; grandes y ostentosos aderezos adornaban a padres e hijos, parejas y amigos, grupos de desconocidos hermanados por una noche para disfrutar con el paroxismo colectivo.
Me detuve ante un gran escaparate y busqué en su interior. Pero el lugar aparecía desierto. Distinguí algunos maniquíes que permanecían en el fondo de la tienda, junto al mostrador. Estaban desnudos. Aquello me resultó raro porque el establecimiento tenía las luces encendidas aunque no había señales de presencia humana. Como soy gata curiosa, empujé la puerta con intención de entrar. Fracasé. Se hallaba cerrada a cal y canto. Lejos de rendirme, no podía integrarme en la fiesta colectiva sin una adecuada ornamentación, comencé a golpear los cristales mostrando gestos inequívocos de querer romper aquella barrera que me separaba de mi repentino antojo. Volví a fracasar. Una luna blindada, sin duda, contra la que mis limitadas fuerzas se estrellaron en vano. Muy a mi pesar, me di por vencida. Eché un vistazo a los alrededores. Las calles eran un enjambre de máscaras, lentejuelas, antifaces y cuerpos danzantes derrochando júbilo profano y lujurioso. Decepcionada, me quedé mirando al escaparate unos instantes... y entonces, le vi. Sí. Era él en carne y disfraz. Apareció entre los maniquíes, irreverente y libertino y me lanzó un guiño centelleante y vivaz. Don Carnal salió a la calle y yo me fui tras él.
11 comentarios:
¡Hermana! Anda que estaría bueno, de cuñado Don Carnal... ¡Tendríamos la diversión asegurada! Por cierto, la diablilla de la foto me suena.
Muases infernales.
¡Huyyyyyyyy... quita, quita, pues no se iba a poner celosón ni nada el Kafetín...! Muásss.
¡Viva el Carnaval! El esperpento ante esta dura realidad. A pasarlo bien y a disfrazar a kafeto de Pluto ¿Vale?
Un abrazo y una caricia.
¡Jajajá! Pues me da a mí que don Kafeto no es muy amigo de los disfraces. Cada vez que siente algo sobre sus melenas se revuelca y se revuelca hasta que logra deshacerse de ello. Así que, Pedro, me temo que de Pluto tendría yo que vestirme. Un beso y un ronroneo desconfiadín.
¡Viva el Carnaval! Aunque este año ha tocado quedarse en casita con una lumbalgia galopante...
Besotes!!!
¡Viva el Carnaval! Aunque este año ha tocado quedarse en casita con una lumbalgia galopante...
Besotes!!!
¡Vaya, Margari! Espero que estés ya repuesta por completo. Yo, sin embargo hacía dos años que no salía al centro a ver el ambiente y, sinceramente, el desfile que hacen ahora no me gusta nada. Soso, soso, soso. Demasiadas máquinas andantes... y música fantasmagórica. Parece un carnaval de ciencia ficción o un pasaje de la peli Blade Runner. Los que organizan las asociaciones de vecinos de los barrios son más "clásicos" y reivindicativos con comparsas, chirigotas y humor ácido y, sobre todo, con canciones alegres, divertidas y gran participación de la gente dentro del desfile.
No soy demasiado entusiasta del carnaval, pero reconozco que viene muy bien echarse a la calle de vez en cuando, soltarse la melena o ponerse la peluca, jugar a cambiar de piel y entre unas cosas y otras aprovechar para con el mejor humor, no dejar títere con cabeza.
Besos.
Paloma, el año próximo tenemos una cita a lo largo de la Avda. de la Albufera. Que hay muchos "títeres" a los que dedicarles unas cancioncillas carnavalescas. ¡Te espero!
Yo soy incapaz de disfrazarme de otra cosa que sea yo misma. ¡Soy más sosa! Este año tampoco me he disfrazado, pero con tus palabras me has hecho dar un paseo imaginando que lo estaba.
Un beso
¡Pues anda que a mí la gracia me sale por arrobas...! Lo que sí es cierto es que cuando se trata de disfrutar el momento, no dudo en ponerme la peluca y salir a la calle. Me alegra haber contribuido a que tú te hayas sentido con ella durante unos instantes. Bsazo!
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