A lo
mejor me he equivocado de estación... hay demasiada oscuridad en este andén. Alonso
camina despacio. Como todas las mañanas, ha cogido el tren de las siete y media
para dirigirse a su lugar de trabajo. Alonso es caballero andante, corredor de
fondo, salvador de víctimas inocentes. ¡Qué raro! Tengo la sensación de que
yo no debería estar aquí.
Los
abuelos de Alonso, inmigrantes manchegos, establecieron su hogar (allá por los
años 50) en un humilde poblado del sureste madrileño llamado Entrevías. Los
molinos contra los que tuvieron que luchar fueron el hambre, la miseria y las
noches al raso, mientras ladrillo a ladrillo iban levantando su pequeño
castillo, al que bautizaron con el nombre de “Chabola”. El monstruo al que
derrotaban un día sí y otro también, a fuerza de tragarse humillaciones y
vergüenzas fue, a la vez, su único privilegio: saber mirar la vida con
optimismo, orgullosos de su origen, satisfechos de su brega. Hijo, date
prisa, el tren está a punto de pasar. Vas a llegar tarde a trabajar.
Alonso
aprendió de su abuelo que los sueños más sencillos son los más difíciles de
alcanzar. No es ni mejor ni peor, ni más ni menos inteligente que cualquier
otro vecino de su barrio. Sin embargo, sus amigos, aquellos con los que
comparte dudas, placeres, adversidades, lluvias en otoño y amaneceres cálidos
en verano, ven en él una cualidad que le hace algo diferente a cualquier otro
muchacho de su edad. A veces, le comparan con el Caballero de la Triste Figura,
bromean sobre ascendencia manchega y comentan que es un ser “lleno de
pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno”.
A
él le gusta soñar en presente. Atrapar las horas cercanas. Adormecerse con el
son de las palabras que ponen en su boca aquellos que andan por la vida de
puntillas, pero que, a la vez, dejan un profundo e imborrable surco en la tierra
humana por la que luchan. Odia el odio. Ama el amor. ¡Ya voy, ya voy! ¡Si a
penas tardo dos minutos en cruzar a la estación...!
La
mañana es radiante y natural, como cualquiera otra del mes de marzo. El barrio
va despertando entre murmullos y bostezos a una nueva jornada . En la emisora
local, como ocurre frecuentemente durante los últimos meses, el locutor habla
de la invasión de Irak, del último premio Planeta, de la jornada de reflexión,
de la buena noticia del día, del
tráfico, del uso y abuso del poder, de la infame amenaza terrorista... ¡Hasta
luego! No me esperéis a comer...
Siete
y treinta y nueve: el amanecer se ha roto en mil pedazos. Los molinos de
viento, los monstruos, los barcos encantados, los caballeros de la blanca luna
se han conjurado con puntual y sanguinaria brutalidad. ¡Qué raro es todo esto! ¡Qué extraño
sentimiento! ¿Por qué me falta el aire? Tiene razón la abuela, a partir de
mañana volveré de nuevo al gimnasio...
El
caballero de la triste figura y su dama del alba se marchan caminando
lentamente, cogidos de la mano. Alonso, entre aturdido y temeroso, les sigue
los pasos, sin saber porqué, convencido de que todo es una equivocación, un
fatal error que, tarde o temprano, se aclarará. Tras ellos dejan hierros
retorcidos, ramos de rosas doloridas, y
lágrimas, lágrimas, lágrimas... en el aire, en los bancos de la calle, en el
quiosco de periódicos, en el asiento del autobús...
... Voy a soñar contigo, luna,
solo contigo.
Voy tras de tí perdido, luna,
sueño perdido.
Madrid, 11 de marzo de 2004
P.D. El relato lo escribí a los pocos días del atentado.
8 comentarios:
Gracias, hermana, por el relato que nunca quisimos leer.
¡Muás!
Que tristeza la de este dia, se refleja en todo y en todos, hasta en nuestras entradas de blog. Un abrazo Koncha.
¡Madre mía, Koncha! Me has hecho llorar... Gracias por esa forma tan especial de contar las cosas. Un abrazo.
Vaya relato nos traes hoy, muy triste pero en él se nota todo lo que nos refleja este día 11M. Un día muy triste pero que jamás olvidaremos.
Besos
Ha sido un día con la sensibilidad a flor de piel, pero la función debe continuar... UN BESAZO PARA TOD@S.
Me ha dejado impresionado el Relato, Concha.
Sólo puedo decirte, como siempre, un abrazo.
Una preciosidad. Qué forma más bonita de narrar una historia triste.
Ánimo para todos, porque, como tú bien dices, la función aunque nos pese debe continuar.
Un beso.
Me has emocionado Koncha. Una maravillosa y triste historia. Una historia que no hubiera debido de ocurrir...
Besotes!!!
Publicar un comentario